El Forjista

 

 Rajar, lo único valiente que nos queda

Michael Moore

 

 

Este artículo ha sido publicado en el diario Página 12, el 9 de diciembre de 2006, y apareció en el sitio de Michael Moore http://www.michaelmoore.com

El lunes 27 de noviembre la guerra de Irak pasó a ser un día más larga que la Segunda Guerra Mundial. Así es: pudimos derrotar a los nazis, a Mussolini y al imperio japonés en menos tiempo de lo que le está tomando a la única superpotencia que queda en el mundo asegurar la autopista que va del aeropuerto al centro de Bagdad. Y no es que la aseguramos, ya que después de 1347 días, el mismo tiempo que nos tomó conquistar el norte de Africa, desembarcar en Italia, cruzar el Pacífico y atacar Francia, no pudimos lograr que una simple autopista no explote a cada rato con minas caseras hechas con latas de conservas. Así nadie se puede asombrar de que los taxis cobren miles de dólares para ir del aeropuerto al centro. Y eso que el precio no incluye ni un mísero casco.

Este fracaso absoluto, ¿es culpa de nuestras tropas? Para nada. Lo que pasa es que no hay tanques o helicópteros o democracias salidas de la punta de las bayonetas que puedan “ganar” en Irak. Es una guerra perdida, perdida porque nunca tuvo ningún derecho a ser ganada, perdida porque la empezaron hombres que nunca fueron a la guerra, hombres que se esconden detrás de los que sí pelean y mueren.

Escuchemos lo que dice el pueblo iraquí según una encuesta reciente realizada por la Universidad de Maryland:

- El 71 por ciento quiere que Estados Unidos salga de Irak.

- El 61 por ciento apoya los ataques de los insurgentes a las tropas norteamericanas.

Sí, la gran mayoría de los iraquíes piensa que nuestros soldados deberían ser mutilados y muertos. Entonces, ¿qué carajo seguimos haciendo allí? Me parece que hay varios mensajes que no entendimos.

Hay varias maneras en que un país puede ser liberado. Generalmente, su propia población se alza y se libera a sí misma, como hicimos nosotros. También hay movimientos de masas no violentos, de desobediencia civil, como en la India. O boicots internacionales tan largos y efectivos que el régimen se rinde, como en Sudáfrica. O uno puede, simplemente, esperar hasta que las legiones del rey se cansen de congelarse y se vayan, como pasó en Canadá. Lo que uno no hace es invadir un país y decirle a su pueblo “llegamos a liberarlos”, cuando ellos no movieron un dedo para liberarse a sí mismos. ¿Dónde estaban los suicidas cuando Saddam los oprimía? Yo creo que el viejo Saddam era un tirano cruel, pero parece que no lo suficiente para que miles arriesguen su cuello contra él. “No, Mike, ellos no podían hacerlo... Saddam los hubiese matado...” ¿En serio? Y ustedes creen que nuestro rey George W. no mata a los insurgentes? ¿Ustedes creen que nuestros próceres no tenían miedo? Claro que sí, pero no pararon. Que un país no esté dispuesto a jugarse la vida para liberarse de un tirano es la primera indirecta que hay que atender, porque te dicen que no van a ayudar cuando uno quiera liberarlos.

Un país puede ayudar a otro cuando éste se está liberando de un tirano, como los franceses nos ayudaron a nosotros, pero en cuanto la ayuda termina hay que irse de inmediato. Los franceses no se quedaron en 1784 y no nos dijeron cómo formar un gobierno. No dijeron: “Nos quedamos porque queremos sus recursos naturales”. Se fueron y nos dejaron solos y nos llevó seis años poder llamar a elecciones. Y años después tuvimos una guerra civil sangrienta. Esas cosas pasan y los franceses no dijeron: “Mejor nos quedamos en EE.UU., para que no se maten por la esclavitud”. La única manera en que una guerra de liberación funciona es si los libertadores tienen al pueblo detrás y a un grupo de Washingtons, Mandelas, Gandhis y Franklins al frente. ¿Dónde están esos genios en Irak? Todo esto es una joda, fue una joda desde el principio y la joda es con nosotros, pero con 655.000 iraquíes muertos (según la Universidad Johns Hopkins), supongo que la joda también los afecta a ellos. Por lo menos los 655.000 sí fueron liberados. Para siempre.

Por eso no quiero ni oír hablar de mandar más tropas, ni de “redistribuirlas”, ni de esperar cuatro meses para empezar a retirarse. Hay una sola solución: irse. Ahora. Esta noche. Salir lo más rápido posible. Mucha gente de buen corazón no quiere creerlo, nos mata aceptar la derrota, pero no hay modo de deshacer el daño ya hecho. Si uno maneja de noche y borracho y atropella un chico, no hay manera de volverlo a la vida. Si uno invade y destruye un país, y empieza una guerra civil, no hay mucho más que hacer hasta que baje el polvo. Tal vez entonces uno puede purgar la atrocidad que cometió y ayudar a los sobrevivientes.

Los rusos se fueron de Afganistán en nueve meses y apenas sufrieron bajas. Se dieron cuenta del error que habían cometido y se retiraron. Hubo una guerra civil. Ganaron los malos. Tiempo después aparecimos nosotros y derrocamos a los malos. Todo el mundo contento. Fíjense, al final todo se arregla.

La responsabilidad de terminar esta guerra es ahora de los demócratas. El Congreso controla el presupuesto y la Constitución dice que sólo el Congreso puede declarar la guerra. Los demócratas tienen las riendas en las dos cámaras y no terminar con esta locura puede provocar la ira del votante. No es chiste, señores demócratas y, si lo dudan, sigan unos meses en guerra. Así dejará de ser la guerra de Bush y pasará a ser la guerra de Bush y los demócratas.

Esto es lo que esperamos:

1. Sacar a las tropas ya. No en seis meses. Ahora. No busquen más cómo ganar. No podemos ganar. Perdimos. Cosas que pasan.

2. Pidan disculpas a los soldados y compénsenlos. Pidan disculpas por hacerlos pelear una guerra que no tiene nada que ver con nuestra seguridad nacional. Hagámoslos sufrir lo menos posible. Los mutilados física y mentalmente tienen que ser atendidos y compensados financieramente. Las familias de los muertos se merecen la mayor de las disculpas y atenciones de por vida.

3. Debemos purgar la atrocidad que cometimos contra el pueblo de Irak. Hay pocos pecados peores que hacer la guerra por una mentira, invadir otro país porque uno quiere algo enterrado allí. Muchos más pueden seguir muriendo. Su sangre está en nuestras manos, más allá de a quién hayamos votado. Cuando termine la guerra civil, tenemos que ayudar a reconstruir Irak. No hay redención hasta que purguemos lo hecho.

Los americanos somos mejor que todo esto que se hizo en nuestro nombre. La mayoría nos enojamos tanto después de los atentados que nos confundimos. Nadie pensó, nadie miró un mapa. Y gracias a nuestro patético sistema escolar y a nuestros perezosos medios de comunicación, nadie sabe historia. No sabíamos que éramos nosotros los que financiamos a Saddam hasta cuando masacraba a los kurdos. No sabíamos qué era un sunnita y qué un chiíta. El ochenta por ciento de los jóvenes, según la National Geographic, no podía encontrar a Irak en un mapa. Nuestros dirigentes usaron nuestra estupidez, nos manipularon con mentiras, nos asustaron a muerte.

Pero en el fondo somos buena gente. Aprendemos despacio pero cuando nos dijeron “misión cumplida” sospechamos y empezamos a preguntar. Después nos fuimos desesperando y en noviembre nos enojamos y votamos para enmendar el error. Ahora la mayoría sabe la verdad, se siente triste y culpable y quiere de alguna manera enmendar las cosas. Por desgracia, no podemos. Entonces tendremos que aceptar las consecuencias de nuestros actos y estar ahí si el pueblo iraquí alguna vez se atreve a pedirnos ayuda. Les pedimos perdón. Y les exigimos a los demócratas que escuchen y nos saquen de Irak ahora mismo.

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