El Forjista

Argentina sin privilegios

 

Sin lugar a dudas la decisión del presidente Alberto Fernández de pedirle la renuncia al ministro Ginés González García es absolutamente correcta, como también lo es la designación de Carla Vizzotti, esa prolija protectora de la salud de los argentinos durante todos estos meses de pandemia.

La decisión seguramente fue dolorosa para el presidente como lo fue para quienes votamos a este gobierno y hemos visto al ministro saliente ejercer con capacidad y honestidad el cargo como ya lo hizo con creces durante el gobierno de Néstor Kirchner.

Recordemos que Ginés González García fue amenazado por el obispo Antonio Baseotto que en 2005 reprodujo el siguiente párrafo de la Biblia "quienes escandalizan a los pequeños merecen que le cuelguen una piedra de molino al cuello y lo tiren al mar" porque Ginés promovió la despenalización del aborto, Ley que se pudo aprobar este año por el impulso que dio, entre otros funcionarios, el propio ex ministro.

Algunos aún hoy nos vemos beneficiados por algunas medidas adoptaba en su ministerio en épocas de KIrchner cuando se decidió aplicar un descuento del 70% a los medicamentos para las enfermedades crónicas más frecuentes.

Sin embargo, aún después de la renuncia el ex ministro no parece haber captado la gravedad de sus actos instituyendo privilegios en la aplicación de las vacunas que millones de argentinos están esperando con ansiedad para comenzar a poner fin al flagelo que casi un año asola este planeta.

Se hizo hincapié en que el ministro permitió que amigos suyos saltearan la inscripción, lo cual es injusto, pero aún peor nos resulta a nosotros que se le haya ofrecido a un directivo de Clarín que hasta se le permitió elegir la vacuna y a otros empresarios acostumbrados a recibir un tratamiento VIP al que nunca acceden la inmensa mayoría de sus compatriotas.

Tampoco es entendible la actitud de Horacio Verbitsky que reconoció alegremente haber incurrido en un acto, al menos inmoral, con un desparpajo que nunca creímos posible en una persona de su inteligencia, sin importarle el daño que ocasionó a un gobierno por el que supuestamente tenía alguna simpatía y al ministro del que dijo ser amigo.

Obviamente ante este error no forzado aparecen los carroñeros, los macarras de la moral, aquellos que sin ninguna autoridad moral ni política, porque llevaron al país a un abismo del que se está haciendo ingentes esfuerzos para sacarlo, ahora se ponen a pontificar sobre buenas conductas que ellos nunca mostraron.

Los que no hicieron nada cuando se conoció que Dujovne tenía su mansión como baldío, los que disimularon el escándalo de los Panamás Papers en los que mostró la conducta ilegal y apátrida de Macri, los que mandaron a la muerte a los integrantes del ARA San Juan, los responsables de las muertes de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel, los que endeudaron al país para financiar su campaña electoral, los que militaron contra las vacunas, y se podría seguir casi hasta el infinito, no están en condiciones éticas para condenar el comportamiento de Ginés González García.

No ellos no tienen autoridad para hacerlo, pero sí lo tienen los millones que están esperando ser vacunados y que confiaban en que se iba a realizar a través de un mecanismo transparente, sin privilegiados.

“Con las vacunas no se jode” habría exclamado el presidente y estamos de acuerdo.

Pero tampoco se debería joder con la comida de los argentinos como lo hacen los agroligarcas y las multinacionales de los granos, ni la especulación y desabastecimiento de los monopolios y oligopolios, ni con un poder judicial corrupto utilizado para lograr la impunidad de los poderosos y perseguir a quienes no se someten a los intereses de las corporaciones.

Es imprescindible construir un país sin privilegios, el mensaje del presidente fue claro, ahora es necesario aplicarlo en todos los campos de la vida nacional.

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