Buitres de adentro y afuera


Artículo aparecido en el diario Página 12 el día 28 de junio de 2014

Campeonatos

Por Luis Bruschtein

Cada vez que juega la Selección se respira un sentido de identidad que sobrevuela diferencias. Los cantos de aliento hermanan a pobres y ricos, a izquierda y derecha, a oficialistas y opositores. Se disfruta esa forma de pertenecer y formar parte, es la gran familia que se muestra y es reconocida, aplaudida y envidiada por el mundo. Es una comunión fácil, no tiene costos, ni compromete. Argentina jugó el miércoles en Brasil. Ese mismo día y el siguiente jugó en otros dos mundiales. El miércoles, el G-77 más China (133 países, de los 197 que integran la ONU) emitió una durísima protesta contra el fallo del juez Griesa, que se sumó al chorro de declaraciones que emitieron organismos de las Naciones Unidas, gobiernos y organizaciones internacionales de todos los colores. El jueves, en otro partido mundialista en el Comité de Descolonización de la ONU, el canciller Héctor Timerman logró el respaldo unánime para reclamarle a Gran Bretaña que inicie negociaciones con Argentina por las islas Malvinas.

Fueron tres mundiales. Al primero se lo festejó, es fácil ponerse la camiseta y salir a gritar los goles. La deuda externa y Malvinas implican más compromiso, la camiseta pesa más, hay que pelearla en un país donde se habló del osito winnie pooh o de relaciones carnales, donde hay periodistas tan “independientes” que escriben cartas abiertas al juez Griesa ofreciéndole ayuda y otros más independientes todavía que exaltan la honestidad y la independencia del juez. Para ellos, favorecer a las corporaciones es ser independiente.

Estas expresiones de mentalidad colonizada que mostraron periodistas “independientes” quedaron patéticamente expuestas cuando las protestas contra el fallo de Griesa se extendieron por todo el planeta. El conservador Financial Times usó la palabra “extorsión” que tanto le criticaron esos periodistas a la presidenta Cristina Kirchner cuando calificó con ella a las pretensiones de los fondos buitre. El discurso de “periodista independiente” queda descolocado cuando no puede usar una supuesta complicidad implícita de los ciudadanos civilizados e incorruptibles en contra del gobierno. Usan la ironía para dar a entender que su desprecio está avalado por esa pretendida y excluyente masa ética. Esta vez fueron irónicos con la reacción del gobierno argentino y reivindicaron al juez de pacotilla, pero quedaron descolocados y muy en evidencia cuando al poco tiempo la opinión pública e institucional de todo el planeta salió a respaldar masivamente la posición del gobierno argentino. Fuera de Argentina no hay demasiadas dudas ni respaldos al fallo de Griesa. Todos coinciden en la irresponsabilidad de este juez distrital de la ciudad de Nueva York que está poniendo al mundo al borde del cataclismo, condenando a la miseria a millones de seres humanos.

No fueron solamente los gobiernos populares de América latina los que respaldaron a la Argentina en ese partido. Desde el mismo FMI hasta el gobierno de los Estados Unidos y de otras potencias occidentales expresaron su inquietud por el fallo desmedido de Griesa. The New York Times y la publicación Foreign Affairs advirtieron contra las consecuencias mundiales que podría tener.

Este anciano que nació hace más de 80 años en la ciudad de Kansas City, capital de la América profunda, republicano y de derecha, al borde del retiro y que se pone de mal humor porque un gobierno latinoamericano que tiene jaqueada su economía se atreve a retrasar sus vacaciones, conmocionó con su fallo la de por sí frágil ingeniería del sistema financiero internacional. Si se cierran todas las puertas a las reestructuraciones de deuda, los países en crisis preferirán el default y nadie cobrará nada. El fallo de Griesa es el negocio financiero llevado a su extremo, que es matar al deudor. Es llevar al máximo la ganancia, aunque el negocio se acabe. Estas coartadas están abiertas en el actual sistema y los Estados y los mismos organismos financieros han prendido la luz roja al advertir el callejón sin salida en el que pone el fallo de Griesa a la Argentina.

El fallo de Griesa y la reacción del gobierno argentino tuvieron la virtud de reanimar una conciencia internacional sobre los peligros de un sistema financiero planetario absolutamente desregulado, sin siquiera las mínimas leyes que encuadren los procesos de reestructuración de deudas soberanas. Seguramente la consecuencia será que para el futuro habrá un ordenamiento distinto al actual para prever situaciones como las que genera este fallo judicial absurdo. Pero Argentina debe afrontar las consecuencias ahora y no en el futuro.

En el plano internacional la situación es bastante más clara que en el interno. Mauricio Macri, que fue a ver la Selección con camiseta y todo, dijo, en cambio, que había que sentarse con Griesa y hacer lo que el juez dijera. Ni se le pasó por la cabeza la idea de negociar o buscar alternativas. Aceptó la superioridad de Griesa de la misma forma que lo hicieron varios exponentes del llamado “periodismo independiente”. Este mecanismo de apropiarse de la superioridad ética, de “lo civilizado”, que usan para criticar los intentos del Gobierno para atenuar las consecuencias de un fallo injusto, es el mismo que usan los países centrales para asegurar su preeminencia sobre los países en vías de desarrollo. Se trata de una forma “colonial” de pensar, en un caso, y “colonizada”, en los otros. El que se ufana de “civilizado” en este caso, es “colonizado”. Lo contrario, “la barbarie”, estaría representada por los que se atreven, desde esta “republiqueta”, a cuestionar el fallo de un gran juez de la gran democracia del Norte. Bueno, las críticas no provienen solamente desde esta “republiqueta” –que tiene un gran seleccionado de fútbol–, sino de todo el mundo. El pensamiento colonizado en Argentina funcionó en automático y terminó siendo más papista que el papa.

La decisión del juez Griesa de frenar los pagos a los bonistas que entraron en la reestructuración les da un respiro de un mes a los negociadores argentinos. Si Argentina es puesta contra la pared y no se le abre ninguna puerta de negociación, siempre estará en el horizonte la posibilidad de default y resignarse al bloqueo financiero. En caso de negociación, Argentina necesita impedir que el fallo de Griesa desate una cascada de presentaciones judiciales similares. La fortísima campaña internacional en contra del fallo de Griesa tiene un impacto en ese flanco que es el más difícil. También tiene que evitar romper la reestructuración que logró con el 92,4 de los bonistas. Hasta fin de año no puede pagarles más a los buitres que a estos bonistas. Y además, tiene que buscar un plan de pago –bonos y plazos– que no sea oneroso para las arcas nacionales.

En este campeonato mundial, donde la Argentina está jugando un partido de cuartos de final, donde se decide la calidad de vida de millones de argentinos y de ciudadanos de otros países, la hinchada se escucha menos que en los partidos que se disputan en Brasil, aunque lo que está en juego es mucho más importante. Son formas de asumir esa argentinidad, una identidad que contiene, da raíces y sentidos. Para algunos solamente se trata de ir a la cancha, para otros también tiene un sentido de soberanía y verdadera independencia. Y en ese contexto también se encuadra la presentación en el Comité de Descolonización de la ONU, donde el canciller fue acompañado por Fabiana Ríos, gobernadora de Tierra del Fuego y autoridad sobre las islas Malvinas. El gobierno kirchnerista confronta en el plano internacional por deudas, verdaderas ruinas, que han dejado gobiernos anteriores. Tiene que rehacer la autoridad moral y el marco de alianzas que destruyeron la dictadura y el menemismo con relación al reclamo de soberanía en las islas Malvinas y tiene que afrontar una áspera y complejísima negociación internacional por la deuda escandalosa que dejaron los gobiernos anteriores, desde Jorge Rafael Videla en la dictadura hasta Fernando de la Rúa con la Alianza. Lo mejor sería que estos partidos que está disputando Argentina en la primera división de la política planetaria tuvieran la misma hinchada que tienen los de la Selección. Sin embargo, al enfocar estos planteos argentinos que tienen un consenso tan amplio en el plano internacional, en el plano interno hay quienes creen que apoyarlos está mal visto en el exterior porque están impulsados por el sector de argentinos que no son “democráticos” ni “civilizados”.


Artículo aparecido en el diario Página 12 el día 24 de junio de 2014

Contraofensiva de la derecha internacional

Por Emir Sader

La nueva acción de los fondos buitre en contra de Argentina es parte de una contraofensiva más amplia de la derecha internacional en contra de los países progresistas de America latina. Conducida por sus principales voces en los medios –Financial Times, Wall Street Journal, The Economist, El País–, atacan sistemáticamente a esos gobiernos, que no han aceptado los dictámenes del Consenso de Washington. Y por eso mismo han logrado sortear la recesión capitalista internacional, que se ha instalado ya hace más de 6 años en el centro mismo del sistema, arrasando los derechos sociales, sin plazo para terminar.

Por eso los países latinoamericanos que siguieron creciendo y distribuyendo renta, disminuyendo la desigualdad que aumenta exponencialmente en el centro del sistema, son un factor de perturbación, son la prueba concreta de que otra forma de enfrentar la crisis es posible. Que se puede distribuir renta, recuperar el rol activo del Estado, apoyarse en los países del Sur del mundo y resistir a la crisis.

Por eso la contraofensiva actual, que busca demostrar que ya no habría más espacio para que la economía de esos países siguiera creciendo; que los avances en las políticas sociales no serían tales; que el tema de la deuda no estaría todavía resuelto. Es crucial para las grandes potencias intentar voltear esta alternativa al Consenso de Washington.
La formidable arquitectura de renegociación de la deuda argentina nunca fue asimilada por ellos. Quieren que sea un mal ejemplo para Grecia, Portugal, España, Egipto, Ucrania y tantos otros países aprisionados en las trampas del FMI. Tienen que demostrar que los dictados de la dictadura del capital especulativo son ineludibles.

La nueva ofensiva en contra de Argentina tiene que ser contestada por todos los gobiernos latinoamericanos que son, en distintos niveles, igualmente víctimas del capital especulativo, que se resiste a reciclar las inversiones productivas que necesitamos. Es hora de que los gobiernos de los otros países de la región no sólo acompañen a las misiones argentinas, sino que también asuman la disposición de imponer impuestos a la libre circulación del capital financiero. Una medida indispensable, urgente, que sólo puede ser asumida por un conjunto de países en forma de unidad.

Asimismo, Brasil puede ayudar a Argentina –como fue sugerido recién por un economista brasileño– ofreciéndose como país para girar los pagos a acreedores. Argentina remitiría los recursos y Brasil haría el pago a los acreedores legítimos, sin posibilidad de ser confiscados. Una pequeña ayuda, que puede permitir a la Argentina pagar a los acreedores –el 92 por ciento del total– que han aceptado los términos de la renegociación.

Una renegociación que por los criterios vigentes en casi todos los países determina que, cuando dos terceras o tres cuartas partes acuerdan los términos del rescate, los otros automáticamente tienen que aceptarlos. Es tiempo de que América latina formalice ese criterio.

Tantos países del mundo han mirado hacia América latina para entender cómo han podido sacarse de encima sus deudas externas. Ellos mismos miran ahora hacia Argentina porque saben que se juega aquí mucho más que simplemente el 7,6 por ciento de la deuda remanente. Se juega la soberanía de los países frente a los que quieren doblegarlos con el peso de las deudas contraídas por los gobiernos sumisos al FMI y a sus voceros.


Artículo aparecido en Página 12 el 22 de junio de 2014

El Tío Tom

Por Luis Bruschtein

El Tío Tom (el de La cabaña...) daba consejos: “Si te portás bien, el amo será bondadoso”; y daba a entender que la actitud del amo dependía de la del esclavo. Si al esclavo lo tratan mal, es porque se portó mal. El Tío Tom no podía ver que lo que estaba mal era la esclavitud. Porque para que permaneciera esclavo lo habían convencido de que la esclavitud era natural: hay quienes nacen para amos y otros para esclavos, pensaba. Debía ser sumiso y obediente con el patrón.

Cuando se conoció el fallo de la Corte norteamericana que favoreció a los fondos buitre, dirigentes de la oposición se apresuraron a criticar el discurso oficial sobre estos buitres. Se dijo que había que terminar con un discurso “prepotente” y que ese tono de provocación permanente proyectaba la imagen de un país bananero, lo cual había influido en los jueces supremos del Norte. Algunos de los que hicieron fila para pegarle al Gobierno por el fallo fueron Julio Cobos, Patricia Bullrich, Margarita Stolbizer, Martín Lousteau, Pino Solanas, Hermes Binner y varios legisladores del radicalismo.
Los medios opositores machacaron sobre el tema con un dejo de “yo te lo dije” y “se la buscaron”, como si el fallo perjudicara solamente al Gobierno, como si el Gobierno fuera responsable por ese fallo y como si el fallo fuera una ocurrencia de la Corte. Los medios jugaron con este sentido común de Tío Tom que naturaliza la esclavitud, y la oposición orilló por ese andarivel, a veces por oportunismo y a veces realmente por Tío Tom.

La fuente del mal no está en la actitud del amo, ni en la del esclavo: el mal de fondo está en la esclavitud. Lo que estuvo mal no fue el discurso del Gobierno, ni el fallo de la Corte. Porque los fallos de Griesa y luego el de la Corte fueron congruentes con un sistema económico internacional que está hecho para favorecer a los buitres. Es el sistema que empezó a diseñarse en los acuerdos de Bretton Woods, y que surgió como hegemónico y exacerbado en el mundo unipolar de la Posguerra Fría y la globalización financiera. Pensar que el Gobierno se portó mal porque calificó como “buitres” a esos agentes financieros, y como “extorsión” a sus demandas, habilitadas por el fallo de Griesa, y que entonces el amo representado por la Corte norteamericana le dio un coscorrón con el fallo, es pensar como el Tío Tom. Es mostrar la hilacha de un convencimiento íntimo, ingenuo, casi mágico, por el cual, en el mundo natural, la usura es un negocio legal y sus víctimas se tienen que resignar ante ese hecho de la realidad. Es la mirada inducida, instalada, que explica, por ejemplo, que millones de esclavos pudieran ser sometidos por un puñado de amos. Parecen convencidos de que el fallo hubiera sido distinto si en vez de decir “la extorsión de los fondos buitre”, el Gobierno hubiera hablado de “los derechos de los holdouts”.

La intención de instalar esa mirada está. Apenas se conoció el fallo, Carlos Melconian, Martín Redrado, Federico Sturzenegger y hasta el mismo Domingo Cavallo, y otros economistas con el mismo currículum, invadieron las pantallas de televisión. Los medios opositores los volvieron a convertir en exponentes de la verdad, en los jueces vengativos contra la rebelión. Los apologistas del endeudamiento de los ‘90, los responsables de políticas que llevaron a la crisis más colosal de la historia argentina, fueron convocados por los medios opositores para explicar lo que está mal y lo que está bien. Fueron irónicos y condescendientes, fueron inapelables y superiores. Repitieron lo que siempre dijeron, no hubo nada nuevo, pero en esa resurrección se pudo entrever uno de los futuros posibles: el retorno al pasado de la mano de muchos de los Tío Tom de la política.

La esencia ideológica del fallo de Griesa, y del desinterés de la Corte norteamericana, es la protección de los fondos de especulación frente a los derechos de millones de personas que fueron empobrecidas por esas prácticas y que están representadas por los Estados de sus países. Hay una tradición en la Justicia norteamericana de proteger a las corporaciones norteamericanas que representan la propiedad privada frente a los Estados extranjeros que representan un bien público. El fallo de Griesa no hubiera sido diferente aunque le besaran los pies, como algunos sugerían. El escenario del juez rodeado por los buitres estaba montado antes del discurso de la Presidenta. Fue un circo para humillar a los “argies”.

En contrapartida, la posición argentina se basó en el derecho de los Estados a reestructurar sus deudas soberanas en el contexto de normativas internacionales razonables y en uso. Todo el proceso de reestructuración de la deuda externa fue realizado para salir del default. Por eso evitó decisiones unilaterales –como declarar ilegal la deuda–, las que prometían eternizar un escenario de bloqueo financiero. Cualquier medida unilateral hubiera implicado un default, que es lo que se trataba de evitar.

En cambio, la quita, los plazos, los modos de pago, cada paso fue discutido arduamente con los acreedores y sólo se avanzó cuando se llegó a la aprobación de más de las dos terceras partes de ellos. Es el porcentaje establecido por las legislaciones nacionales cuando se produce una quiebra. Es lo que se respetó y se dio por establecido, aunque no existiera una ley internacional escrita como en las legislaciones nacionales. El resultado de esa negociación tan difícil y dura fue muy ventajoso para la Argentina. Se logró un ahorro neto y porcentual mucho mayor del que obtuvo el presidente Rafael Correa, de Ecuador, cuando declaró ilegal un tramo de su deuda. En ese momento representó la quita más importante en la historia de las reestructuraciones de deuda en el planeta.

Oponer la declaración ilegal de la deuda con la reestructuración exitosa que logró el kirchnerismo resulta muy forzado; y cuando se utilizó de esa manera, generó paradojas. Quien así lo hizo terminó aliado a fuerzas políticas que tomaron esa deuda ruinosa cuando fueron gobierno, para oponerse a la fuerza política que en definitiva logró una quita fenomenal del 70 por ciento.

En esa línea, este falso nacionalismo termina muy cerca de las campañas de difamación de los grupos de poder afectados por esa política soberana. La estrategia que usó la Argentina para reestructurar su deuda generó el rechazo de los prestamistas internacionales, pero al mismo tiempo dividió ese frente. El artículo que publicó ayer el diario norteamericano The New York Times es ilustrativo. Para el diario “es difícil sentir simpatía por Argentina” porque llevó a cabo una “brutal reestructuración, cuando razonablemente podría haber sido más generosa”. Pero advierte que los fallos del juez Griesa y el de la Corte Suprema norteamericana pueden perjudicar “a países cuyos problemas financieros son mucho más graves”. El editorial de este diario conservador confirma que los que se opusieron a esta reestructuración de la deuda con argumentos supuestamente nacionalistas quedaron fuera de un hecho histórico en el tema que les interesa, y que la Argentina aparece en esta batalla legal como exponente de una gran cantidad de países que serán muy afectados según la forma en que se defina esta situación. The New York Times advirtió también que los fallos de Griesa y la Corte pusieron en riesgo el carácter de Nueva York como capital financiera del mundo. Muchos de los países que tomen deuda lo pensarán dos veces antes de decidir pagar en bancos de esa ciudad o aceptar contratos bajo esa jurisdicción que cierra todos los caminos a cualquier reestructuración en caso de crisis.

El discurso de la Presidenta en Rosario por el Día de la Bandera se puso en línea con la estrategia que se inició en el gobierno de Néstor Kirchner. El Gobierno no está empeñado en no negociar. Por el contrario, es el principal interesado en hacerlo. De hecho le ha ido bien cuando lo hizo. Pero no hará nada por este 1 por ciento de los acreedores que ponga en riesgo la reestructuración exitosa que había logrado con el 92,4 por ciento de ellos. Con esos parámetros, cualquier negociación que emprenda será bastante dura. Los buitres también lo saben y por eso tratarán de capitalizar lo más posible sus triunfos judiciales en Nueva York. Podrían empujar al default a la Argentina para condicionar de esa manera al próximo gobierno. Pero el kirchnerismo podría convertir esa crisis en una causa nacional que potencie a sus candidatos y lo mantenga en el poder. Cuanto más se prolongue en el tiempo, el hilo se hará más delgado y comenzará a incidir con más fuerza el debate abierto entre los Estados y los organismos financieros internacionales que buscan dejar una puerta abierta a las reestructuraciones de la deuda externa. Los buitres, a su vez, tratarán de incidir sobre las contradicciones políticas internas, como lo hicieron cuando convocaron a una reunión en San Pablo, Brasil, en abril del año pasado, para financiar a grupos de caceroleros que se movilizaron en el 18-A. El fondo NML, del que participa Paul Singer y el que llevó adelante la causa contra la Argentina en el juzgado de Griesa, financia a la ONG Vital Voices de la que es co-fundadora la diputada del PRO, Laura Alonso. Casualmente fue esta legisladora una de las que recibió con más alabanzas el fallo de la Corte norteamericana contra la Argentina. “Es una demostración de la independencia de la Justicia en ese país”, dijo. Seguramente habrá más situaciones de este tipo que no se han hecho públicas. Todo lo que debilite al Gobierno, es ganancia para ellos.

Las decisiones judiciales pusieron a los buitres en el cenit; es su momento de mayor fuerza. A medida que pase el tiempo comenzarán a incidir otros factores. A la Argentina le interesa negociar. A ellos les interesa apurar definiciones, quieren negociaciones rápidas o desgastar a este gobierno para condicionar a los que vengan. Son varios los escenarios posibles. El proceso recién empieza.